#PerúPaísDeVioladores: violencia simbólica de género, cultura de la violación y movimientos feministas en Perú

#PerúPaísDeVioladores : violence symbolique de genre, culture du viol et mouvements féministes au Pérou

Resumen

En octubre del 2017, una ola de indignación se propaga en las redes sociales peruanas, con la noticia de la violación de una joven empadronadora del censo nacional en Villa el Salvador, en el departamento de Lima con el hashtag: #PerúPaísDeVioladores. Ese hashtag desencadenará un debate intenso en las redes, pero también en los medios de comunicación y en espacios políticos formales como el Congreso de la República. En este artículo, intentaremos esbozar algunos elementos resaltantes de dicho debate que nos parecen muy reveladores de la situación en el Perú. Primero, analizaremos la forma antagónica en la cual los movimientos feministas y los sectores conservadores entienden la violación (nos detendremos en particular sobre las nociones de violencia simbólica y de cultura de la violación y su relevancia en el análisis de la violencia contra las mujeres en Perú). Luego, veremos la emergencia de nuevas estrategias de lucha en los movimientos feministas y sus limitaciones también. Y finalmente, recalcaremos los vínculos sociales y políticos de las principales fuerzas conservadoras que se oponen abiertamente a la lectura feminista de la sociedad peruana.

Palabras claves: Violencia simbólica; Cultura de la violación; Perú; Feminismo.

 

Résumé

En octobre 2017, une vague d’indignation se propage sur les réseaux sociaux péruviens avec la nouvelle du viol d’une jeune travailleuse du recensement national à Villa el Salvador, dans le département de Lima avec l’hashtag : #PerúPaísDeVioladores. L’hashtag déclenche un intense débat sur les réseaux sociaux, mais aussi dans les médias et dans des espaces politiques plus formels comme le Congrès de la République. Dans cet article, nous tenterons de souligner quelques éléments saillants de ce débat qui, selon nous, sont révélateurs de la situation au Pérou. Tout d’abord, nous analyserons la façon antagonique de comprendre le viol entre les mouvements féministes et les secteurs conservateurs (nous nous attarderons en particulier sur les notions de violence symbolique et de culture du viol et leur intérêt pour l’analyse de la violence contre les femmes au Pérou). Ensuite, nous verrons l’émergence de nouvelles stratégies de lutte dans les mouvements féministes mais aussi leurs limites. Et finalement, nous soulignerons les liens sociaux et politiques des principales forces conservatrices qui s’opposent le plus ouvertement à la lecture féministe de la société péruvienne.

Mots-clés : Violence symbolique ; Culture du viol ; Pérou ; Féminisme.

 

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Caroline Weill

Master en Science Politiques
I.E.P. de Strasbourg

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#PerúPaísDeVioladores: violencia simbólica de género, cultura de la violación y movimientos feministas en Perú

Introducción

          A fines de septiembre del 2017, una bebé de dos meses fue violada por su padre en Huaraz, en el departamento de Ancash. La severa hemorragia e infección vaginal que causó el ultraje sexual requirieron varias intervenciones quirúrgicas, hasta que el traslado a Lima se volvió inevitable por la gravedad del caso. Semanas después, el 22 de octubre, al finalizar el día del censo nacional organizado por el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI), se denunció la violación de una joven empadronadora en Villa El Salvador, distrito de Lima –denuncia que, según el hermano de la víctima, el INEI habría intentado encubrir, ofreciéndole s/1000 (aproximadamente $310). En pocas horas, otros casos de violaciones durante el día del Censo fueron registrados[1]. Todo ello se inscribe en el contexto de la tendencia internacional #MeToo, #YoTambién, en redes sociales, donde miles de mujeres salieron a la luz a contar sus violencias sexuales, a raíz del escándalo Harvey Weinstein[2]. En el Perú, estos casos fueron rápidamente retomados por movimientos feministas (ONGs como DEMUS o colectivos como Género Rebelde Cusco o Wayra Warmikuna en Abancay) con el hashtag #PerúPaísDeVioladores para visibilizar los altos niveles de violencia sexual en el país.

Desde entonces, la polémica ha sacudido al país. Los medios de comunicación han analizado los twits de personalidades a favor o en contra, los comentarios en Facebook se volvieron cada vez más agresivos[3] y se abrió una investigación en la Comisión de Ética del Congreso contra dos congresistas por haber compartido el hashtag. 

El presente artículo intenta esbozar una reflexión sobre este violento debate y lo que revela de la sociedad peruana y de los movimientos feministas peruanos: sus agendas, estrategias y retos. En primer lugar, se propone analizar la naturaleza profundamente arraigada de la violencia simbólica de género, a través de la cultura de la violación que el hashtag busca exponer –entendiéndose la cultura de la violación como la normalización de las agresiones sexuales que permite que se produzcan sistemáticamente y no sólo de manera aislada (volveremos a esa definición más adelante). En un segundo lugar, trataremos de mostrar cómo la aparición del hashtag evidencia la apertura de un nuevo espacio de debate para los movimientos feministas con las redes sociales y el internet, también analizaremos las nuevas estrategias que se desarrollan en dicho espacio. Finalmente, ahondaremos en el paralelo entre la reacción violenta de una parte de la sociedad contra el hashtag y las luchas de poder en el escenario social y político en relación con algunos movimientos conservadores.

Violencia simbólica de género y cultura de la violación: algunos conceptos en debate

          El argumento central que rechaza el hashtag consiste en decir que se estaría haciendo una generalización que ofende a los hombres que no violan; al contrario, el argumento que lo respalda afirma que se trata de visibilizar la cultura de la violación como violencia simbólica de género que permite que se sigan perpetrando actos horrorosos. En el fondo, se trata de la confrontación de dos lecturas de la realidad. La primera define el violador como un ser anormal, cuyo comportamiento está fuera de la norma social, es decir, que se trata de un disfuncionamiento individual. La segunda, por el contrario, intenta visibilizar estructuras socioculturales que permiten hacer de la violación sexual un patrón sistemático, con una dimensión social y no individual.

Resulta útil, en ese debate, revisar los aportes de la antropóloga argentina Rita Segato en su trabajo sobre la población masculina encarcelada en Brasilia por violaciones sexuales. Entre otros hallazgos, muestra que la violación corresponde a la afirmación de la masculinidad de un sujeto que siente cuestionada su virilidad, a través de un gesto extremo, aniquilador. De alguna forma, los “mandamientos de masculinidad” (Segato, 2016), que consisten en que “los hombres [tienen] que demostrar ser hombres de manera constante y periódica” (González Arriola, citado en: No Nacemos Machos, 2017: 13), imponen que lo hagan a través de gestos que reafirmen su poder y prerrogativa masculina (el acceso sexual a la mujer). Como lo explicita Segato, en una entrevista en el periódico La Vanguardia: “la violación no es un hecho genital sino un hecho del poder”[4]. Así los estudios sobre género y masculinidades muestran el vínculo estrecho entre la construcción de la masculinidad hegemónica (Connell, 1997) y el ejercicio repetitivo y permanente del poder hacia la subordinada a través de la violencia o la amenaza de la violencia –es decir, la violencia simbólica de género.

El concepto de violencia simbólica no es novedoso. La definición bajo la cual Pierre Bourdieu lo propone plantea una forma de violencia que no tiene que ser explícita o directa para funcionar y muestra que la dominación social pasa por la integración de una serie de normas y principios que lleva el sector social dominado a aceptar y reproducir dicha dominación. Ello no tiene mejor ejemplo que la ya conocida cultura de la violación. Acuñado en los años 1970 en Estados Unidos, este término se difunde rápidamente, puesto que permite nombrar una realidad social que muchas mujeres identifican como sustento ideológico para la violencia de género sistemática. Así, en la obra “Transforming Rape Culture”, Emilie Buchwald define la cultura de la violación como un conjunto complejo de creencias que incentivan la agresión sexual masculina y apoya la violencia contra las mujeres. Es una sociedad donde la violencia es percibida como erótica y la sexualidad, violenta. En la cultura de la violación, las mujeres perciben una amenaza de violencia permanente, que va desde los comentarios sexuales al tocamiento sexual y la violación en sí. La cultura de la violación invisibiliza el terrorismo físico y emocional hacia las mujeres por ser la norma […] En la cultura de la violación, hombres y mujeres asumen que la violencia sexual es un hecho inevitable (1993: vii).

En Perú, es un hecho cotidiano. Desde chistes acerca de la violación (por ejemplo, violación a una anciana que es agradecida porque alguien se fije en ella), la hipersexualización de los cuerpos femeninos en programas televisivos, pasando por los productos culturales como canciones, telenovelas, películas, etc. que describen escenas de violencia de género y acoso sexual explícito como un hecho social cualquiera (pensemos en una canción como “Propuesta Indecente”[5] de Romeo Santos), hasta el encubrimiento institucional de Luis Figari, de la orden religiosa del Sodalicio, acusado de abusos sexuales sistemáticos a menores de edad[6]. Adjuntamos la responsabilización de las víctimas en los medios de comunicación u operadores de justicia, con frases como “cómo andabas vestida”[7] o “por qué estabas a solas con él, ebria”; la cultura de la violación es una forma de violencia simbólica, aceptada y reproducida por hombres y mujeres a diario.

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Figura 1: caricatura de Karry, publicada el 6 de noviembre del 2017 en el periódico TROME.

Violencia, porque ubica a las mujeres en la posición de presa sexual potencial en cualquier momento – de ahí el miedo que todas las mujeres sienten al subirse a un taxi y/o a regresar sola a su casa de noche, el miedo al acoso sexual (callejero, laboral, u otro) como amenaza de una potencial violación, el miedo a la pareja violenta y simbólica, porque no se ejerce directamente, aunque llega a ser física cuando una mujer desacata su posición social de subordinación (Segato, 2016). Los comentarios sexistas y la culpabilización de la víctima se dan tanto por parte de hombres como de mujeres y así se legitima y perpetua el orden patriarcal.

Las nuevas plataformas y estrategias de los movimientos feministas

          Esta violencia simbólica de género, así como la dimensión sistemática de la violencia sexual, es lo que los movimientos feministas intentan visibilizar. Sin embargo, el debate agitado acerca del hashtag también es revelador de los nuevos espacios y nuevas estrategias de las cuales se apropian dichos movimientos: las redes sociales son medios cada vez más fuertes para poder plantear una agenda, temas de debate y posición política. A partir de la noticia de la violación de la joven empadronadora en Villa El Salvador, este hashtag fue replicado masivamente, al punto que medios virtuales alternativos como Utero.pe[8], La Mula[9] o Wayka[10], de tendencia socialmente liberal y progresista, aprovechan el hashtag para argumentar la postura feminista a través de artículos en línea, realizar entrevistas a representantes del movimiento feminista como María Ysabel Cedano[11], o recopilar comentarios, reacciones, imágenes que comprueben lo argumentado – que la cultura de la violación en el Perú es omnipresente. Estos medios virtuales desempeñan un papel clave a la hora de visibilizar la existencia del debate en las redes sociales y de darle un sentido inteligible, ya que se dan el trabajo de revisar detenidamente las diferentes posiciones dispersas y redactan notas que dan claridad al debate. Finalmente, a partir de esos espacios noticiosos “informales”, los medios de comunicación tradicionales (masivos en su difusión y reconocidos), periódicos como La República, El Correo o El Comercio o noticieros radiales y televisivos, terminan apropiándose de la noticia, en este caso del hashtag y del debate social que se forma en torno a este.

También, vemos que las redes sociales son detonadores para las denuncias de violencia de género, y así crean noticia también. Es el ejemplo de Parwa Oblitas[12] y Eva Bracamonte[13], quienes hicieron denuncias públicas en Facebook, dando lugar a que otras mujeres cuenten sus experiencias de violencia (psicológica, física, sexual) por parte de hombres que gozan de una situación de poder y de prestigio social (el primero, Abraham Valencia, miembro del movimiento político Nuevo Perú y asesor de Verónika Mendoza[14] y el segundo, Guillermo Castrillón, reconocido artista-performer y director de teatro peruano). Ambos casos fueron rápidamente retransmitidos en redes sociales y vía las mencionadas plataformas virtuales de información libre, hacia los medios de comunicación tradicionales. La denuncia de Parwa Oblitas fue retomada en menos de dos horas por el diario El Comercio, mientras que la de Eva Bracamonte es objeto de seguimiento riguroso de diversos medios de comunicación influyentes.

El interés que ponen los medios de comunicación a las tendencias en redes sociales refleja, de alguna forma, cierta democratización del acceso a la noticia, lo cual representa una oportunidad política para los movimientos feministas: pueden “hacer noticia”, plantear un debate y sus términos y se les abren espacios para desarrollar su argumentación, tan sólo con un hashtag polémico. Esto ha sido muy eficiente, como lo evidencia la repercusión del hashtag #PerúPaísDeVioladores: ha sido capaz de visibilizar la cultura de la violación, en términos cercanos a lo planteado dentro del feminismo, en el debate público. Por ejemplo, en un artículo de Panamericana titulado “Perú, ¿país de violadores? ¿qué es la cultura de la violación?”, publicado en noviembre del 2017, se define la cultura de la violación como “culpar a la víctima, la cosificación sexual, la trivialización o negación de la misma […] También se incluye dentro de esas expresiones el uso del lenguaje misógino y diferentes actitudes machistas”. De la misma forma, la percepción generalizada de los y las actoras locales es que los discursos y argumentos feministas empiezan a calar dentro del discurso de los y las periodistas en diferentes niveles (local, regional, nacional). “Liderxs de opinión” como Rosa María Palacios[15] toman posiciones cada vez más frecuentes y más claras sobre los temas de género y de violencia contra las mujeres[16].

Sin embargo, estas tendencias hacia un mayor uso de la tecnología en las estrategias de lucha también plantean cierto vacío de democracia dentro del feminismo: quienes tienen acceso a internet y saben usarlo, quienes están socializadas a las redes sociales, son quienes plantean la agenda, y por lo tanto son la voz de reivindicación de las mujeres que se escucha. Las mujeres ancianas, quechuahablantes, analfabetas, campesinas, que no acceden a las redes sociales, quedan marginadas de este nuevo espacio político, profundizando las brechas (de clase, de origen étnico, etc) entre mujeres. Por ejemplo, sobre la temática de las esterilizaciones forzadas, donde las actoras de la reivindicación (las víctimas) son mujeres campesinas quechuahablantes, se escucha más a mujeres urbanas hispanohablante; planteando de nuevo la pregunta de quién, dentro del feminismo, tiene acceso a los recursos para imprimir sus definiciones y agendas. Así, si bien las redes sociales y los medios de comunicación virtuales representan una oportunidad política, también son un reto para la construcción de un movimiento feminista democrático e inclusivo.

Otra dimensión importante de los avances del movimiento feminista en su capacidad de crear noticia y plantear debates son las intervenciones públicas, “callejeras”, ámbito importante para las luchas feministas. Las acciones virtuales como los “tuitazos” (publicación masiva de algún hashtag en Twitter) se complementan con intervenciones públicas en forma de performance: un grupo de diez a treinta mujeres usando el arte y un uso impactante, a nivel visual, del espacio público, para interpelar a la ciudadanía en las calles. Micaela Távara[17], artista y activista limeña, es una de las impulsoras de estas nuevas metodologías políticas que plantea desde el artivismo, la alianza del arte y del activismo político tal como lo postula Manuel Delgado. Usando simbologías evocadoras, elementos visuales impactantes, y escenarios concurridos por la población en general, estas intervenciones públicas se multiplican en diferentes ciudades del país. Desde mujeres encadenadas en el frontón del Palacio de Justicia en Cusco, a mujeres vestidas de blanco y llorando “sangre” en Ayacucho, hasta la representación de una selección femenina de fútbol movilizada contra la cultura de la violación en Lima, son la creatividad y la imaginación que, cada vez más, guían las manifestaciones políticas feministas.

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Figura 2: Intervención pública de grupos feministas visibilizando la violencia sexual. Plaza San Martín, Lima, 10 de noviembre 2017. Fuente: Elcomercio.pe.

De la misma forma que el hashtag #PerúPaísDeVioladores genera conflicto por la forma en la cual se entiende el fenómeno de la violación (individual vs social y sistemático), las intervenciones callejeras artivistas tocan símbolos colectivos, sentidos comunes, que buscan resignificar. La dimensión simbólica es clave en esta herramienta que cuestiona la sociedad desde sus fundamentos culturales: el ejemplo de la selección femenina de futbol contra la violencia pone en evidencia el déficit de atención que recibe el problema de la violencia sexual en comparación a la emoción y casi obsesión que generan los partidos de la selección peruana de fútbol[18]. Otro ejemplo de la dimensión simbólica de estas intervenciones callejeras es la llamada “Interrupción” de Micaela Távara, donde, en algún espacio público, escribe en el piso “Yo Aborté” con flores, y regala flores a mujeres transeúntes diciéndoles “Yo aborté”. El asociar el aborto con flores, con interacción social, con toma de espacio público, cuando es a menudo vivenciado con dolor, aislamiento social y vergüenza, en el marco del espacio privado[19], es buscar revertir la experiencia misma, la asociación a esta experiencia desde los sentires, el cuerpo, el imaginario individual y colectivo.

Un punto en común entre #PerúPaísDeVioladores y estas intervenciones artivistas, sin duda, es la provocación. La formulación del hashtag está dirigida a provocar, para atraer la atención a un problema normalizado. De la misma forma, muchos movimientos feministas escogen estrategias provocadoras para sus acciones públicas: el uso de pintura roja en las piernas descubiertas, para representar la realidad de los abortos clandestinos, es una práctica que desafía el sentido de la decencia y de lo apropiado para una sociedad todavía muy conservadora. Lo mismo con los úteros de cartón pintados de rojo, usados para denunciar las esterilizaciones forzadas cometidas durante el segundo mandato presidencial de Alberto Fujimori (1995-2000). También, resulta chocante para muchas personas que se critique a instituciones percibidas como autoridades morales, como la Iglesia Católica, cuestionada por su intromisión en el debate político sobre derechos sexuales y reproductivos con posiciones consideradas anti-derechos, o por los abusos sexuales que encubre.

Esta estrategia de la provocación resulta bastante efectiva: tomemos el ejemplo cusqueño. En el 2014, se formó el colectivo Género Rebelde Cusco, que ha integrado desde los inicios el artivismo a su registro de acción, y las intervenciones callejeras como modo de llamar la atención sobre las problemáticas de violencia de género. Desde entonces, sus integrantes han empezado a ser un referente local en esas cuestiones, siendo invitadas regularmente a entrevistas en varios medios de comunicación locales, televisivos y radiales, además de la cobertura mediática de sus acciones a nivel nacional[20] (hecho relativamente difícil en un contexto de fuerte centralismo nacional). Otras organizaciones las invitan seguidamente a participar en eventos sociales diversos. Así, en unos años, el colectivo está logrando afirmar cierto protagonismo en el escenario sociopolítico local y desde el 2014 los temas de agenda feministas son cada vez más parte del debate público en diversos sectores sociales.

Las resistencias conservadoras siguen vivas y organizadas

          Sin embargo, a pesar de los avances mencionados y de la creciente capacidad de protagonismo político de los movimientos feministas, se debe subrayar el carácter sumamente adverso del escenario social y político actual para las luchas feministas, empezando por las redes sociales. Muchos hombres recalcaron su incomodidad frente a lo que percibieron como una generalización y un ataque personal; llegando a niveles de reacción rápidamente violentos y amenazadores.

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Figuras 3 y 4: Captura de pantalla de comentarios en redes sociales frente al hashtag #PerúPaísDeVioladores.

Por otro lado, como se mencionó, se abrió una investigación ante la Comisión de Ética del Congreso para dos parlamentarias de la bancada del Nuevo Perú, Indira Huilca y Marisa Glave, por haber replicado el hashtag #PerúPaísDeVioladores en sus cuentas personales en las redes sociales. Esa interpelación se fue desarrollando a partir de la indignación del congresista fujimorista Tamar Arimborgo, que afirma que el hashtag ‘denigra al Perú’.

 

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Figuras 5 y 6: Captura de pantalla de tweets del congresista fujimorista Tamar Arimborgo, 23 y 24 de octubre del 2017.

Es importante subrayar que la mayoría fujimorista[21] en el Congreso, electa en el 2016, ha sido fuertemente vinculada, en el último año, a movimientos que se oponen a los derechos de las mujeres. Además de tener vínculos políticos directos con las esterilizaciones forzadas que afectaron a casi 300.000 mujeres campesinas entre el 1995 y el 2000[22], este nuevo ataque a los derechos de las mujeres y a sus portavoces forma parte de un embate mayor a las reivindicaciones feministas por parte de la mayoría fujimorista y de los movimientos conservadores, a menudo religiosos, que promovieron la campaña #ConMisHijosNoTeMetas.

Recordemos que, desde fines del año 2016, esta campaña y sus denuncias de supuestos avances de la ‘ideología de género’ en el Currículo Básico de Educación Nacional, han conseguido obtener una enorme influencia en lxs legisladorxs. Reforzando los estereotipos de género más básicos (desde “azul para niño, rosado para niñas”), difundiendo el miedo que se pueda ‘homosexualizar’ a lxs niñxs, que se les enseñe a ser del sexo opuesto o que se dicten talleres de masturbación en los colegios, este movimiento, en alianza con el partido fujimorista Fuerza Popular, ha logrado que se eliminen las palabras “género”, “igualdad de género”, “enfoque de género”, etc. no solamente del Currículo Escolar, sino además de un número creciente de leyes que buscaban transversalizar el enfoque de género para garantizar los derechos de las mujeres.

El vínculo entre Fuerza Popular (el partido fujimorista) y los movimientos extremadamente conservadores no es novedoso. Durante la última campaña electoral presidencial, Keiko Fujimori[23], se reunía con representantes de diferentes iglesias evangélicas, uno de los cuales, a los pocos días de haber firmado un pacto con ella, declararía que la homosexualidad es una ‘aberración’, que los homosexuales pueden ser ‘restaurados’ o ‘curados’ por su iglesia y -textualmente- que "Sí se pueden curar. Se necesita un tratamiento para que de esta manera ellos puedan restaurarse. (...) Un homosexual no vive feliz"[24]. El pastor Rodolfo González, del Movimiento Misionero Mundial, quién promocionó la candidatura de Keiko Fujimori, generó una polémica después de haber dicho, el 2 de marzo 2017, cosas tales como: “Si encuentran dos mujeres teniendo sexo, maten a las dos”. Esos vínculos entre la bancada fujimorista y las franjas conservadoras del cristianismo llegan incluso a ser orgánicos, ya que algunos representantes de la bancada fujimorista en el Congreso son pastores evangélicos, como es el caso Juan Carlos Gonzales Ardiles, de la iglesia evangélica Agua Viva.

Así, más allá de la relación económica y política, existe sin duda una convergencia ideológica entre el fujimorismo y los movimientos religiosos-conservadores. Tomaremos como ejemplo el caso de la fujimorista Maritza García, que tuvo que renunciar a la presidencia de la Comisión de la Mujer en el Congreso tras sus declaraciones del 4 de octubre del 2017: “la mujer, a veces sin razón o sin querer queriendo, da la oportunidad al varón para que se cometa ese tipo de actos […] porque muchas veces puede haber un agresor absolutamente sano y, de repente, en un momento, la mujer lo saca de contexto diciéndole 'me voy' o 'te estoy traicionando', esas frases nunca deben ser usadas por una mujer porque podrían, sin querer queriendo motivar o exacerbar los ánimos de una persona normal”. La culpabilización de la víctima de violencia de género, la exoneración de la responsabilidad del agresor, la normalización de la violencia, son parte de la violencia simbólica que detallamos en la primera parte del presente artículo; la congresista avala así la posición de los movimientos conservadores, y en contra de los planteamientos feministas acerca de la violencia de género.

Bien vemos que los lazos entre Fuerza Popular, de mayoría absoluta en el Congreso, y los sectores sociales conservadores que reproducen discursos y prácticas que alimentan la violencia de género, son fuertes y duraderos. Con la renuncia a la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), fruto de una larga estrategia de desestabilización de parte del fujimorismo (interpelación a varios ministros, obstrucción a la investigación por corrupción en el caso Odebrecht, pedido de vacancia por corrupción al Presidente Kuzcynski, etc.)[25], y la actitud de Martin Vizcarra -quien lo reemplazó- bastante complaciente con la bancada fujimorista; con, además, las resistencias sociales propias de un país conservador y religioso, el escenario sociopolítico sigue siendo bastante adverso para las luchas feministas.

Conclusión

          Semanas después de los hechos que generaron el uso masivo del hashtag #PerúPaísDeVioladores, el debate en los medios de comunicación, las redes sociales y los espacios públicos sigue vívido. Los casos de violaciones y otras formas de violencia de género siguen siendo noticias diarias, y los comentarios que los minimizan también. Pero los espacios sociales y culturales que se van ganando son valiosos y los movimientos feministas están accediendo a una posición cada vez más interesante en este debate. En ese sentido, el Perú sólo es el reflejo de una dinámica que parece atravesar toda la región suramericana: en Chile, el inicio del año 2018 ha sido marcado por las importantes marchas feministas y tomas de universidad contra casos de acoso sexual de parte de profesores y estudiantes. En Argentina, son de nuevo las feministas las que marcan el tempo político con las masivas movilizaciones por el aborto legal y seguro. El protagonismo de los movimientos feministas latinoamericanos, en un contexto de giro a la derecha de las políticas nacionales y de mayor criminalización de la protesta (con asesinatos políticos como el de Marielle Franco en Brasil), es particularmente notable. Podría aportar mucho el realizar investigaciones sobre los impactos socioculturales, en particular en las nuevas generaciones, de dichas movilizaciones: ¿de qué manera evoluciona la forma de entender y tratar la violencia de género?, ¿Cómo ello se traduce (o no) en políticas públicas?, ¿Cuáles son los temas de reivindicación de las mujeres más jóvenes, cambian?, ¿Qué consecuencia tiene la socialización al activismo feminista en la vida personal de aquellas mujeres? Pues la lucha por visibilizar la violencia simbólica como sustento para la perpetuación de la violencia de género sistemática será aún de largo aliento, pero parece que las mujeres peruanas y latinoamericanas van avanzando, y se merecen una atención particular por la visibilidad que tienen hoy en día sus luchas.

 

Notas de fin

[1] Entre ellos: “Junín: empadronador abusó sexualmente de una mujer durante el censo”. La República, 7/11/2017. URL: https://larepublica.pe/sociedad/1142008-junin-empadronador-abuso-sexualmente-de-una-mujer-durante-el-censo. Consultado el 27 de junio de 2018.

[2] El 5 de octubre 2017, un artículo del New York Times publica acusaciones de agresiones sexuales contra el famoso director de cine Harvey Weinstein por parte de varias actrices como Rose MacGowan y Ashley Judd. Este caso abrió la puerta a otras denuncias contra hombres poderosos, como Kevin Spacey, Roy Moore o Charlie Rose. En las redes sociales, miles de mujeres hablaron de sus experiencias personales con la violencia sexual con el hashtag #MeToo, traducido en español por #YoTambién.

[3] Por ejemplo: “feminazi de mierda”; “así que saca tu puto hasthag de mi face”; “y a ésta, ¿quiénes la violaron?” en referencia a las declaraciones de la congresista Indira Huilca sobre el tema.

[4] “Por qué la masculinidad se transforma en violencia. Entrevista con Rita Segato”. La Voz, 04/05/2017. URL: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/por-que-la-masculinidad-se-transforma-en-violencia. Consultado el 28 de noviembre de 2017.

[5] “Si te robo un beso a ver si te enojas conmigo / Si te falto el respeto y luego culpo al alcohol / Si levanto tu falda me darás el derecho / A medir tu sensatez / A poner en juego tu cuerpo”.

[6] Véase el libro de Pedro Salinas “Mitad Monjes Mitad Soldados”.

[7] Esta frase fue el centro de una exhibición de arte en la Universidad de Kansas en el 2013 organizada por Jen Borckman. “What Were You Wearing” busca desmitificar la violación y evidenciar la culpabilización de la víctima que ocurre en el marco de la cultura de la violación.

[8] Utero.pe es una plataforma virtual que se autodescribe como “webeo disfrazado de periodismo (y al revés)”, creada en el 2005.

[9] Fundada en el 2009, La Mula es una plataforma de periodismo que publica de forma sencilla noticias, columnas, reportajes, entrevistas, crónicas y reseñas por parte de ciudadanos. Fuente: https://lamula.pe/.

[10] Wayka.pe es “un medio comunitario sin fines de lucro” comprometido “con la democracia participativa, la defensa de los derechos humanos y el bien común”. Fuente: Wayka.pe.

[11] María Ysabel Cedano es abogada, activista lesbiana, feminista, socialista y directora de la Organización No Gubernamental feminista Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (DEMUS).

[12] Activista feminista, integrante del partido político Nuevo Perú.

[13] Actriz peruana.

[14] Lideresa del Movimiento Nuevo Perú (movimiento político-partidario), Verónika Mendoza fue candidata presidencial en el 2016, quedando en tercer puesto con una plataforma de propuestas de izquierda en relación estrecha con diferentes movimientos sociales.

[15] Rosa María Palacios es abogada y periodista. Condujo programas de televisión y de radio en medios de comunicación de peso como RPP, Canal N, La República, y demás. Referencia de su blog: rosamariapalacios.pe.

[16] “[…] sabemos que la frase no se refiere a la totalidad de hombres peruanos. Entenderlo así demuestra escasa comprensión lectora y nula empatía con las víctimas. Estamos enfrentando una pandemia social que termina en muerte y traumas de por vida y ¿se ofenden por recordarles esta horrible situación?” Rosa María Palacios, en el artículo “¿Te ofende el #PeruPaísDeVioladores?”, 25/10/2017.

[17] Gestora, productora, creadora cultural de las artes y feminista. Para mayor referencia: consultar http://encuentro.ciudadaniasx.org/micaela-tavara/.

[18] Precisemos, además, en aquel momento, la selección peruana de futbol se había calificado para participar al mundial de futbol, por primera vez en treinta y cinco años.

[19] Sólo el aborto terapéutico es legal en Perú, aunque su aplicación sea todavía dificultada por varios elementos –legales y culturales, entre otros. Por lo demás, los abortos se practican de forma ilegal y clandestina, a menudo secreta y cargada de sentimientos negativos.

[20] Véase el artículo de La República: “Cusco: mujeres piden castración química para violadores” 23/10/2017.

[21] El fujimorismo es el movimiento político ligado al expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), encarcelado en el año 2007 por corrupción, homicidio calificado y secuestro agravado en casos como las matanzas de Barrios Alto y La Cantuta. También se le responsabiliza por las esterilizaciones forzadas y el asesinato de dirigentes sindicales como Pedro Huilca. Hoy, el fujimorismo se compone de personas que acompañaron a Alberto Fujimori desde los años 1990, tanto como personas que se unieron después.

[22] Véase en particular los trabajos de Alejandra Ballón y el libro “Memoria del caso peruano de esterilizaciones forzadas”, publicado por el Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú, 2014. URL: http://www.scielo.org.pe/pdf/anthro/v34n36/a12v34n36.pdf. Consultado el 10 de julio de 2018.

[23] Keiko Fujimori es hija del expresidente Alberto Fujimori, fue congresista entre el 2006 y 2011 y candidata presidencial en el 2011 y 2016. A la fecha, sigue siendo lideresa del partido fujimorista Fuerza Popular.

[24] Entrevista dada por Alberto Santana a América Noticias, reportado por La República el 15/05/2016.

[25] En el año 2016, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos abrió una investigación a cerca de casos de corrupción de la empresa constructora brasileña Odebrecht. A partir de ello, todos los países donde la empresa está operando están sacudidos por escándalos de corrupción. En el Perú, eso causó la fuga del expresidente Alejandro Toledo (2001-2006) y la encarcelación del expresidente Ollanta Humala (2011-2016) y de su esposa Nadie Heredia. Finalmente, Pedro Pablo Kuzcynski tuvo que renunciar por las pruebas de corrupción en su contra. Sobre la investigación a Keiko Fujimori en relación con este caso: http://rpp.pe/politica/judiciales/odebrecht-dijo-que-financio-la-campana-de-keiko-fujimori-segun-el-comercio-noticia-1087850. Consultado el 28 de noviembre de 2017.

Referencias bibliográficas

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Pour citer cet article

Caroline Weill, "#PerúPaísDeVioladores: violencia simbólica de género, cultura de la violación y movimientos feministas en Perú", RITA [el ligne], n°11 : juillet 2018, mis en ligne le ... juillet 2018. Disponible en ligne