Idolina 28 años.
Este texto describe el viaje íntimo de una joven trabajadora ilegal mexicana, que llegó a la Misión presbiteriana de Beth-El en Wimauma Florida. Su historia se recogió en un estudio de campo realizado en el 2006, en dicha misión. Esta organización en compañía de otras instituciones apoya a los trabajadores de los campos de fresa o de tomate, o de los viveros de la región...
...A Beth-El llegaban sobre todo las mujeres con sus niños. La gran mayoría ilegales mexicanas. Al acercarme a ellas, me percate de su temor. Sin embargo, una vez explicado el propósito, tímidas, a veces en mal español, accedieron a contarme sus historias. En este artículo, retomo la historia de una de ellas, para hacer una reflexión personal sobre el coraje de estas mujeres, su esfuerzo sobrehumano, su frustración, y sobre todo, su tenacidad para seguir con sus sueños.
Idolina es una de estas mujeres. Ella me contó de una manera a veces contradictoria su viaje geográfico que intento transcribir con sus propias palabras. Además, trato de recrear el ambiente en el que viven los ilegales mexicanos, para lo que se utiliza el lenguaje común a los migrantes. Su narración está llena de claves, de significados que explican lo que se esconde detrás de sus palabras: sus miedos, su manera de percibir al otro, su nuevo espacio, sus preguntas que se quedaron sin respuestas. Ese viaje íntimo de Idolina, fue posible comprenderlo e interpretarlo gracias a las condiciones compartidas que tengo con ella, nuestro género, los hijos, el español y el que somos a la vez paisanas e inmigrantes.
Palabras claves: Mujeres; Migración; Viaje íntimo.
A los bosques de oyamel de Angangueo Michoacán llegan después de un largo viaje las mariposas Monarca buscando su santuario. Como ellas, muchos hombres y mujeres recorren miles de kilómetros en busca de un lugar seguro y de una nueva vida.
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Beatriz Palazuelos Mazars
Doctorat
Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle
IDOLINA 28 años
Pacayalito...La oruga
Para llegar a Pacayalito, hay que seguir el camino que sube a la Sierra de Chiapas. Desde ahí se alcanza a ver el mar y no muy lejos está Guatemala. En Pacayalito la mitad de las casas cuentan con luz y agua. Su población mayoritariamente joven no sobrepasa las setecientas personas, y los que trabajan se dedican a la siembra de frijol y maíz.
Idolina vivía aquí con su niño de meses en casa de sus papas. Al igual que ella, sus padres estaban solos porque sus hermanas y su primo antes y su marido después se habían ido para el otro lado(1).
Tanto para Idolina como para los que se quedaron, estos hombres y mujeres que habían partido a los Estados Unidos se veían superiores. Así se contaban sus historias en el pueblo, se recibían los dólares, se oían las canciones que describían las hazañas de todos aquellos que habían cruzado la línea (frontera entre México y Estados Unidos). Los que regresaban ya no eran los mismos... "parecían ricos".
La cosecha marcaba la vida del pueblo: si era buena se estaba bien, si no, se pensaba en todos los males propios y ajenos. Para alejarse de esa realidad, Idolina empezó a imaginarse como protagonista de esos cuentos; poco a poco le fue naciendo una sensación que no sabía definir, le llegaba de repente como una ola de emoción y a la vez de angustia. Este sentimiento se anunciaba como un presentimiento.
Cuando recibió los doscientos dólares que le mandó su marido, porque según Idolina "él le pidió que lo alcanzara", se turbó, se convenció de que la oportunidad le había llegado. Resuelta, se dijo: "ahí, lo que Dios diga", y se fue a buscar en el pueblo al coyote, él que se dedicaba a pasar la gente. Cruzar la frontera la llevaría, como en sus sueños, a donde rápido "se vive y se es mejor".
Después salió con su hijo, su credencial de electora, sus actas de nacimiento y el coyote. Dejó su pueblo, su realidad, lo conocido, sus padres, su vida, su trabajo. Dejó su destino escrito. Era principios del 2001.
Hacia Phoenix...La crisálida.
El viaje comenzó levantando a unos de Tuxtla-Gutiérrez, la capital del Estado de Chiapas, siete en total, todos iban rumbo a Altar Sonora. Entre tanto, Idolina se dejó llevar. Como la oruga, empezó a tejer su crisálida.
Durante el camino se afligió al pensar en lo que había oído: en el desierto se morían muchos, cruzar la frontera significaba peligro, hasta probablemente la muerte. Sintió ansiedad pero ya no podía regresar, había que intentarlo, porque del otro lado...del otro lado... estaba todo. Si otros lo habían logrado, ella se decía que venía preparada para lo que les pudiera pasar. Al atravesar México, la crisálida estaba formada, lista para pasar a una nueva etapa. El coyote los dejó en Altar, donde como Idolina dice, "allí los negoció con otros".
Altar Sonora está a unos cuantos kilómetros de la frontera. Del otro lado están Sasabe Arizona y la reserva indígena de Tohono O'odham. Todo es desierto. ¿Por qué Altar y no Tijuana? Para ese entonces, Estados Unidos ya había implementado la tercera fase de su "Operación Gatekeeper", el muro había avanzado hasta Yuma(2) Arizona. Este refuerzo de la frontera no paró la ola de ilegales que trataba de cruzarla, solo sirvió para desviarlos hacia los lugares menos vigilados, por eso la ruta del desierto de Altar se convirtió en una de las principales.
En aquel tiempo, Altar(3) era un pueblo de siete mil habitantes. Contaba con algunos hoteles y casas de huéspedes, casas de cambio, puestos de comida, fondas, cantinas, mercados en donde se podían comprar chamarras, mochilas, curitas. Tenía servicio de taxis y sobre todo de vans (camionetas).
Idolina no explica cómo se hizo el pago de su pasada con solo doscientos dólares; lo único que dice es que "tranzó la pasada de los dos en cuatro mil quinientos dólares hasta el final".
Antes de salir, el nuevo coyote dio ciertas instrucciones al grupo: "si nos caen, nadie va a acusar a nadie" y los llevó desde Altar hasta "el monte, adonde estaba una casita y ahí nos dejaron a todos".
Al llegar al refugio, hay más personas, ahora son treinta. Deben esperar las camionetas que van a facilitarles la travesía por el desierto. En la frontera los ven unos "soldados trajeados de verde" (¿soldados mexicanos, Ranch Patrol o Border Patrol?), que dan aviso a la Patrulla Fronteriza. Les informan cuántos son, cuántas vans pasan, y que llevan muchos niños.
Idolina cuenta: "La migra nos agarró y nos llevaron con todo y el coyote hasta Sonoita, ahí nos encerraron, nos interrogaron, nos tuvieron desde la mañana y nos dejaron salir en la tarde". Lo que no explica Idolina, es que los dejan salir, pero sólo del lado de México.
De este primer intento, Idolina y sus compañeros aprendieron que tienen que unirse, que hay que dejar la timidez a un lado, que no son extraños porque están entre paisanos. Ahora Idolina se apropia de la fuerza de los otros, se solidariza, piensa y decide junto con ellos: volver a intentar pasar la línea. Determinados, los treinta regresan a Altar Sonora y buscan otro coyote.
La casualidad o tal vez la rutina de los coyotes, hacen que el grupo sea llevado al mismo sitio adonde habían sido descubiertos por la patrulla fronteriza. La misma escena se repite, la patrulla se aproxima. Sin embargo, esta vez, el coyote no es el mismo. Apurado, reacciona: "no hay luz, no puede mirar la migración cuanta gente hay y no les tomó foto para conocerlos, ¿quiénes se arriesgan a caminar por todo el desierto?".
Por un lado, los guardias, para hacer la redada, empezaron a juntar hierbas para hacer una fogata. Por el otro, el hombre comenzó a seleccionar la gente con la que sabía que podría cruzar. Buscaba a los más fuertes, a los más resueltos; él sí sabía lo que seguía, equivocarse no era solo cuestión de dinero, era también de cárcel.
Mientras los segundos pasaban, Idolina buscaba sus fuerzas, trataba de persuadirse de que sería capaz. Se dijo jactándose: "en Pacayalito se camina, los de Tuxtla no saben caminar, ellos siempre andan en coche".
En alerta, tensa, espera...es la espera de su vida, y la prueba le llega: "¡Hey! muchacha, tú que traes tu bebito. ¿Qué? ¿Quieres pasar caminando? ¿Quieres luchar por ti misma?...". El coyote atiende.
A veces la vida se decide en segundos. Se dice sí a gritos o en murmullos. ¿Pero se sabe qué traerá consigo ese "sí"? Idolina tiene más que miedo, pero se ha estado convenciendo de que ella puede, de que va a hacerlo. Con un chillido replica: "Sí, si luchando me muero, pues ni modo (...) me muero con todo y mi hijo".
El coyote le contesta con calma: "Está bien muchacha, entonces pásate"
Los escogidos para cruzar el desierto son los otros siete migrantes que salieron junto con Idolina desde Chiapas... los coyotes saben que de entre más lejos vengan, son más resueltos.
Aprovechando la oscuridad y para que los agentes no los vieran, salieron corriendo junto con el coyote. Esa noche recorrieron un tramo largo del desierto. Idolina se afrontará a la realidad a partir de ese momento.
A medio camino, se desanimó: "¡No! hay muchas culebras, no quiero caminar". ¿En realidad son las culebras lo que le da miedo? ¿O por primera vez se da cuenta de que está exponiendo a su hijo a un medio que no conoce? Disfrazando su angustia y llena de remordimientos cree que parándose saldrá del mal sueño.
"Vamos", respondió el guía, "porque si te quedas te van a comer los coyotes".
La respuesta viene de un hombre que tiene la experiencia en el tráfico de ilegales. Para él, Idolina está agobiada, enfrentarla a la realidad es una manera de apremiarla a que siga. No puede permitir que alguien se quede atrás, porque o se muere o lo encuentra la Patrulla Fronteriza, y sabe que se termina en denuncia. Además, el abatimiento de Idolina puede contagiar al grupo y los momentos de flaqueza colectiva son mortales.
"¡Ay! de oír los animales como gritaban, yo, me daba terror, porque yo a mi niño lo traía y me dije: ¡Dios mío! que será de nosotros, que no vaya a pasar nada".
El traficante marca las pausas: "Si ya se cansaron duerman, yo velo", para después ordenar un "vamos", porque tenían "que caminar de nuevo".
"Comíamos salchichas y tostadas, mi niño no podía comer porque estaba chiquito, entonces el coyote me decía: ¡Máscalo para que le des a tu niño! ¡Dale porque se te va a morir! Bebíamos de unos pozos de agua por donde pasábamos, esa agua apestaba pero la teníamos que tomar".
La voz segura del guía siempre está presente durante el recorrido; a veces es dura, fuerte, pero también advierte del peligro, alecciona, previene, jala, manda. Para la flaqueza de Idolina y para el resto del grupo, la fuerza del coyote hace que se convierta en un héroe para ellos.
Cuando Idolina pasó su prueba, las condiciones del viaje que seguía no se dijeron, se sobreentendieron; no se dio cuenta que estaba comprometiéndose, de que no había regreso. Decidió seguir el camino que le esperaba a ciegas y de manera intempestiva, sintiéndose una heroína de pacotilla. Las muertes de las que había oído hablar eran de los otros, no la de ella ni la de su hijo.
"Mi niño se enfermó, empezó a obrar pura sangre, y yo de mirar que pasaban los helicópteros, yo quería hablarles, salirme adonde estaba claro y avisarles que yo estaba ahí en el monte y que me hicieran favor de levantarme..."
No puede más; si su hijo se muere, nada tiene sentido. La desesperación la lleva a abandonar todo, se encierra en sus miedos abrazando a su hijo, esa es su realidad próxima, los otros no cuentan.
"...Pero dijeron los demás: ¡no, no vayas a hacer eso! si lo haces nos llevan a todos y ya luchamos mucho para caminar". El grupo se ha vuelto solidario, tiene los modos del coyote: ahora tira, le impide darse por vencida, la obliga a enfrentar la realidad, le recuerdan lo que busca, le recuerdan su compromiso. La fuerza de los otros la lleva a pasar el desierto.
"Así lo hice por ellos ya no quise salirme a lo claro, para que me mirara migración, porque todos los helicópteros que pasan son de pura migración".
"Duramos cuatro días y llegamos a donde estaban unos indios que son los que pasan para acá a Phoenix. Ahí donde llegamos ese indio no nos quiso pasar, y vimos a otro, las que nos pasaron fueron dos mujeres indias".
De Phoenix a Virginia...Una nueva mariposa
Esta primera impresión probablemente no corresponde a lo que imaginó de los Estados Unidos. Para ella que viene de Chiapas, uno de los estados de México que cuenta con una gran diversidad étnica, llegar a una tribu indígena la remite a la imagen de pobreza e inferioridad de la que está huyendo. ¡Qué desencanto! ¡No era su película! Sin embargo, cuando oye a las dos mujeres hablar en inglés, el idioma de los fuertes, ella se sorprende y le parece que se ven más resueltas que los hombres, las compara, entonces, con las mujeres de su pueblo y ¡sí!, son diferentes, son como las mujeres de sus series americanas.
El viaje sigue. Idolina va de Phoenix hasta Virginia, atraviesa una gran parte del territorio americano. Emocionada va viendo a través de la ventana de la van esas carreteras de cuatro o más carriles que en nada son como el camino de Pacayalito. Los paisajes también son diferentes algunos hasta están nevados. Para matar el tiempo durante el camino, y aunque no sepa juntar las letras, deletrea los anuncios de cambio de límites. El nuevo mundo sí corresponde a lo que había oído y visto en la televisión.
Acurrucada en su asiento, se estremece al pensar en la suerte que tuvo de cruzar la línea. Atrás quedan los recuerdos, ahora ya no cierra los ojos, ya no se refugia en su crisálida como cuando pasó el desierto. Desde que dejó a las dos mujeres indias, transformada, Idolina quiere entender todo lo que le está pasando, quiere volar como una nueva mariposa, quiere ver, tocar ese universo exterior que es nuevo y que además es real.
Sin embargo, hay una contradicción en su narración. Asegura "que su marido la manda traer", pero es difícil creer que con doscientos dólares puede hacer este viaje. Después revela: "ya al venirme, ya él no me recibió, aquí cambió mucho, el que pagó fue otro". Idolina dejó México para alcanzar a su marido, salvo que al llegar a Virginia, esta razón se evaporó. ¿No sería que de ella nació la audacia para dejar un Pacayalito que empezaba a hacerse muy chico?
En todo contrato de viaje, el pago es lo más importante. En esta red de coyotes tan eficiente se cobra, generalmente, cuando el pasajero se deja en su destino final. En el caso de Idolina, él que pagó cuando llegó a Virginia fue su primo, que aunque ella no lo había pensado, él no podía abandonar a alguien de su familia.
La imaginación de vez en cuando hace males jugadas; a veces Idolina cree los mismos cuentos que se inventa. Por eso su viaje toma un rumbo inesperado, porque ahora si esta sola y tiene la responsabilidad de su hijo. Está endeudada con su primo y efectivamente se encuentra frente a un país que se hace demasiado grande para ella.
Razona y se dice que ya está en donde "se vive y se es mejor"; se acuerda de que en el desierto dijo que "venía dispuesta a luchar por ella y por su hijo" y decide quedarse en los Estados Unidos. Sin embargo, sola, corre el riesgo de que les expulsen, pero su primo y los otros paisanos clandestinos le tienden la mano. Idolina resuelve entonces refugiarse en su esfera mexicana y atisbar desde lejos esa sociedad tan distinta y tan atrayente.
En esta nueva fase del viaje, su primo le ayuda a encontrar trabajo en la cosecha de la manzana y junto con los paisanos y sus familias, van de campo en campo recogiendo la fruta. Duerme como los otros con Daniel su hijo, ya sea dentro de un coche o de un camión. Las condiciones no son fáciles, se vive amontonado, se sufre hambre y frío. La ventaja es que se ayudan, se tienen las mismas tradiciones: se habla español, comen lo mismo que comería en México y se protegen para evitar que los regresen.
Durante ese tiempo, tiene oportunidad de conocer como enfrentan sus paisanas su nueva vida. Casi todas las mujeres tienen un bebé de brazos, y le aconsejan que "si quiere tener algo a su favor, hay que tener un hijo en los Estados Unidos, para que en dado caso de que la expulsen siempre pueda regresar". Con un guiño, le dicen "que no es necesario casarse".
Calman sus preocupaciones afirmándole que "aquí cuidan mucho a los niños", y le explican que "desde el embarazo el médico ya las está checando y que se atienden en el hospital. En cuanto a que si los chamacos se enferman tienen seguro social y se pueden llevar a la clínica". Le describen el sistema de ayuda económica en Estados Unidos, las Green Stamps. Pero eso sí -le advierten-: "hay que tener cuidado de no maltratarlos, porque si la policía llega a saberlo, se los quitan y los padres van a la cárcel".
Unos paisanos le ayudan a conseguir la tarjeta del seguro social. Claro está, tiene el mismo número en casi todas las tarjetas, pero con una tarjeta puede cobrar su cheque del trabajo. Se da cuenta que ellos conducen con cuidado: los hombres le explican que no todas las licencias son exactamente "oficiales" y de ellos aprende que una infracción significa expulsión.
Idolina físicamente siguió la vida nómada de los trabajadores mexicanos clandestinos. La protección del grupo le permitió hacer un alto en su viaje interior, en el viaje de su alma. Forzosamente, había que pensar cómo enfrentarse al mundo exterior que ya no era el mismo, cómo aprender nuevas reglas de vida.
Durante esta pausa se dio cuenta de que no era la misma que salió de Pacayalito, que sus compatriotas conservaban su idiosincrasia mexicana, pero tomaban de los Estados Unidos lo que les interesaba y necesitaban, sin integrarse. De ellos se quedó con sus consejos, pero su forma de vida no la convencía.
Hacia Wimauma...El santuario de la mariposa
Idolina se ha estado preguntado quién quiere ser dentro de esa nueva vida, y cómo lograrlo. Daniel ha ido creciendo, ella ha aprendido un poco de inglés, ha pagado su deuda. Sigue siendo ilegal, pero ahora se siente capaz de experimentar su nueva libertad y se va con su hijo a Wimauma.
En Wimauma, tres cuartas partes de la población son de origen hispano, el idioma oficial es el inglés, pero se habla español, está lejos de la frontera y de la Patrulla fronteriza. Aquí se siembra fresa y tomate, están las empacadoras y los viveros, hay un Mac Donald's pero también una taquería que vende tacos de barbacoa. En el supermercado se encuentran chiles y tomates verdes, mole y tostadas, como si se estuviera en un mercado de cualquier ciudad de México. No hay problema para hacer algún trámite en español. Hasta se oyen canciones mexicanas y se pueden ver las ultimas comedias de Televisa.
En su búsqueda de su "se vive y se es mejor", el viaje de Idolina toma un nuevo rumbo. Sin dejar la protección del medio mexicano, pero deseando un territorio más extenso y dejar la vida de gitano -sobre todo porque Daniel va a la escuela-, se busca trabajo en una "nurseria", un vivero, donde se "siembran puros arboles". Ya no necesita andar persiguiendo cosechas. ¡Qué mejor que Wimauma para establecerse, así Idolina y sus niños están entre un país y otro!
Si, sus niños, porque tan pronto llegó a Wimauma, Idolina se embarazó: "fue cuando me junté con el papá de él". Durante su maternidad, fue a ver al médico, la atendieron en el hospital de Brenton y si los niños se enfermaban los llevaba a la clínica. Como buena alumna, siguió todos los pasos.
La vida se volvió rosa, hasta que: "cuando me dejó, yo vine pa'aca, estaba desesperada". Esta corta frase dice más que sus palabras: "pa'aca" es la Misión presbiteriana de Wimauna que sus paisanos le han recomendado por si necesita ayuda; "cuando me dejó": la dejó con unos cuantos golpes; "estaba desesperada": sabe que tiene que empezar de nuevo, pero ahora con dos hijos.
Ya no es la mujer sumisa que vivía en Pacayalito, tampoco es la paisana que no deja al grupo: Idolina da el gran paso, se libra de la frontera del gueto, va en busca de los otros, de esa sociedad americana que lleva años observando y a la que quiere pertenecer. No va en busca de una bolsa de comida ni de ropa para ella o los niños. ¡No¡ ¡Va a quejarse! Va a pedir ayuda a los abogados que trabajan en la Misión para levantar un acta en contra de "él". Acusa a un hombre de su misma raza. ¿Traición? ¡No! Simplemente la búsqueda de su: "se vive y se es mejor".
Idolina, en su desesperación y coraje, se sube al coche que su marido le había prohibido manejar, y de solo haber visto "como manejaba el papá de mi niño", llega a la Misión. Está llena de furia, porque la violencia la regresa al Pacayalito que ya quedó muy atrás, ahora Idolina la rechaza, tanto para ella como para sus niños.
¡Qué lejos están para Idolina, Pacayalito y la resignación de esta mujer!
La Florida...Una mujer nueva
Otra vez desplazarse, otra vez una parada, otra vez tratar de establecerse, pero sin salir de Wimauma. Idolina busca otro lugar. Seis dólares cuarenta por hora no le alcanzan para pagar la renta, comer y una "baby-sittir".
Una compañera le recomienda ir a vivir en una de las dos trailas que rentan sus hermanos, le ofrece un precio especial: cien dólares al mes por un cuarto dentro de un contenedor que ha sido transformado en vivienda.
Idolina y sus niños tienen que compartir este nuevo espacio con once hombres: tres en la traila en la que esta su cuarto, ocho en la de enfrente. La cocina es compartida, el baño es a campo raso y la maleza rodea las trailas.
Decidida, se instala. ¿Pero cómo vivir en este medio, rodeada de hombres solos, tan parecidos a los de Pacayalito y a los de Virginia? En el pueblo, los sábados se bebía para festejar, o solo para no perder la costumbre; en Virginia o en las trailas, se bebe para ahogar un poco la nostalgia. Pero distinta, tiene bien marcado su territorio: su cuarto impecable tiene su colchón, su radio, su tele y su pedazo de cocina esta limpiecito. "Los hombres no me molestan porque yo no me meto con ellos, ni ellos conmigo". La rutina se instala, Daniel va a la escuela, y cuando su mamá no entiende, le traduce el inglés, uniendo los dos mundos.
Por una denuncia, la policía llega intempestivamente a las trailas: uno de los agentes, azorado, descubre a Idolina y a sus niños. Ese momento origina una serie de incomprensiones que desestabilizan brutalmente la vida de Idolina. El policía se hace sus propias ideas de lo que puede estar haciendo Idolina en ese ambiente con once hombres. Como hace bien su trabajo, advierte que los niños están picados de moscos, considera que están abandonados, piensa que los niños no deben estar ahí y amenaza con quitárselos.
Idolina, tan azorada como él, piensa que cuando vivía en Pacayalito, no se perdía la patria potestad por unos piquetes de mosco. Se dice que desde Virginia ella ha hecho todo lo que se debe hacer en los Estados Unidos. Cuando el policía le dice que el resultado no es el correcto, comprende que por haberse quedado en su esfera mexicana, su esfuerzo no fue suficiente. Impotente, admite que tiene razón el policía, pero no entiende que le quieran quitar a sus hijos.
La policía se va y le da dos días de plazo para sacar a los niños del lugar. El dueño de las trailas, su paisano, le pide que se vaya de inmediato. Todo se derrumba.
Aturdida, piensa en su "se vive y se es mejor." ¿Lo va a perder? Tan obediente, como cuando vivía en Pacayalito, Idolina evalúa su situación: sus compatriotas le dan la espalda, la policía la empuja...pero no hay tiempo para lágrimas...el viaje le ha enseñado que aun si se tiene miedo, hay que tomar grandes decisiones; la mujer nueva que Idolina no veía antes dentro de sus sueños, está ahí, es ella.
Idolina no se traiciona, decide su vida. Tranquila se levanta, sube a sus niños al coche y se va manejando a la Misión. Esa decisión origina una gran comprensión que va a equilibrar su vida y la de sus niños.
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Todo comienza por un sueño. Idolina, en busca de su "se vive y se es mejor", va a emprender un viaje en el que recorrerá en varios años, varios miles de kilómetros.
El primer trayecto, que va de Pacayalito a Phoenix, es sobre todo un viaje material. Idolina enfrenta nuevas y peligrosas condiciones que pareciera que solo trata de evitar, no de razonar: ella sigue al grupo, y éste, sintiéndose perseguido por los agentes de migración, se defiende huyendo.
A partir de Virginia y en paralelo con su trayectoria geográfica, Idolina inicia un viaje inmaterial que la transforma. Travesía sin duda penosa, llena de obstáculos y de barreras. En un principio, no sintiéndose capaz, miedosa, prefiere pasar varios años junto a los mexicanos, a fin de encarar y franquear todas las pruebas que acompañan su migración. Cuando decide salirse buscando integrarse al país al cual migro, cae en las manos de un hombre que la hace vacilar, pero las bases tanto intelectuales como espirituales que ha adquirido en su viaje van a sostenerla y empujarla a avanzar.
Durante los cinco años de su viaje, Idolina sigue dos evoluciones, la material y la espiritual, que marchan juntas, que se comunican y actúan una sobre otra. Así, por sus sueños camina, y por su caminar llega a la realización de sus sueños.
Gracias a su constancia, su esperanza, y a veces a pesar de su desaliento, Idolina construye su mundo, donde "se vive y se es mejor".
(1)Al otro lado, es una de las expresiones típicas del migrante que en este caso se usa para designar a Los Estados Unidos.
(2) La tercera fase fue en 1997.
Bibliografía
Mena José Ascensión, Niño Contreras Lya Margarita (2008). «Las organizaciones civiles frente al fenómeno migratorio en la frontera norte de México». III Coloquio Internacional sobre Migración y Desarrollo. Heredia Costa Rica, Universidad Nacional : 1-25. [URL : http://estudiosdeldesarrollo.net/coloquio2006/documentos/11978.doc.Consultado el 17 agosto 2009]
Von der Borch, Maren. En: Mena José Ascensión, Niño Contreras Lya Margarita (2008). «Las organizaciones civiles frente al fenómeno migratorio en la frontera norte de México». III Coloquio Internacional sobre Migración y Desarrollo. Heredia Costa Rica, Universidad Nacional : 1-25. [URL:http://estudiosdeldesarrollo.net/coloquio2006/documentos/11978.doc. Consultado el 17 agosto 2009]
Para citar este articulo:
Beatriz Palazuelos Mazars, "Idolina, 28 años.", RITA, n°3: Avril2010, (en ligne), Mise en ligne le 07 avril 2010. Disponible en ligne http://www.revue-rita.com/regards-champlibre-37/idolina28-achamplibre-145.html